Para realizar esa prueba, el paciente debe colocar la parte del cuerpo que va a ser examinada frente a la fuente de Rayos X.

Nuestro especialista se colocará tras una pantalla o en el interior de una habitación que le proteja de la radiación y desde donde activará el aparato durante una fracción de segundo para que la exposición del paciente también sea la mínima posible.

De este modo, un haz de Rayos X pasa a través de la zona del cuerpo que se está examinado, y recrean la imagen de las estructuras internas del cuerpo.

Interpretando los resultados de la radiografía, sumados a los síntomas que presenta el paciente, nuestro especialista podrá diagnosticar o descartar problemas de salud como tumores, quistes, infecciones o fracturas óseas.

Esta es una prueba muy común, ya que no supone riesgos ni dolor para el paciente, tiene un coste inferior a otro tipo de pruebas y ayuda a realizar un diagnóstico bastante fiable y a descartar varias posibles causas del problema.

Estos son algunos de los ejemplos para los que se utiliza una radiografía:

• Huesos y dientes. Determinan la existencia de fracturas, infecciones, artritis, caries dentales, osteoporosis y cáncer de huesos.
• Tórax. Infecciones o enfermedades pulmonares, cáncer de mama, agrandamiento de corazón y obstrucción de los vasos sanguíneos.
• Abdomen. Problemas en el sistema digestivo y objetos tragados.